Se sintió sola, muy sola, sin lugar a donde ir, sin nadie con quien compartir las horas muertas. Se sintió sola al dejar su pasado atrás, al tratar de borrar tantos años de su vida que, felices o no, le habían condicionado la adolescencia. La decisión fue ardua, pensó mientras él le apartaba el pelo detrás de la oreja. Pero mereció la pena, quiso creer antes de tomarla.
Y es que, pensó la mujer, aquella que dejó de ser niña demasiado pronto; y es que qué podía elegir, qué opción debía tomar: un futuro matematizado, estable, en el que no cupiera ningún miedo a lo desconocido, un futuro de casa, niños, marido y trabajo o la incertidumbre de la aventura, el peligro de lo desconocido, el no saber qué sería de ella dentro de diez años, el no ser capaz de imaginar una vida posterior. Sin embargo, ahora había elegido la segunda opción, aquella que le daba más miedo pero que le permitía ser más feliz, y se sentía libre.
En el momento en que sus labios rozaron los de la amada, el tiempo se paró, la conciencia se tambaleó y el seno de la duda volvió a nacer en ella esbozado en una mueca dolorosa.
No, no, no, no, ¡no!, ¿qué estaba haciendo? ¿Cómo había podido ser tan estúpida, tan inútil, tan poco previsora? ¿Cómo había podido dejarse llevar de esa manera por aquel tipo desaliñado, destartalado y aventurero? ¿Cómo había sido capaz de abandonar al tierno amor de su vida, ese que jamás la sorprendía, previsible, que le permitía controlar los designios de su destino? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?
Así, sin más, la mujer ahora más niña volvió a su perezosa rutina, aquella de los Te quieros sin sentir, del amor cuadriculado, ya ensayado, y dejando a un pobre lobo enamorado a la luz de la luna, con su olor en los labios, sin poderla sentir, con el corazón destartalado símil de su propia vida. Ya no sabrá qué decisión fue la equivocada. O quizás demasiado tarde.
"Es un dolor extraño. Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. " Seda, A. Baricco.