El idealismo es la base de todo cambio social. El idealismo, la ilusión, las ganas de mejorar el mundo son, al final, las bases del cambio. Sí, señores, táchennos de ignorantes, ilusos, jóvenes que no se percatan de la realidad. Considérennos perroflautas , ni-nis o de cualquier categoría similar con intención despectiva que se estarán equivocando. Piensen, señores de traje y corbata, todo lo que ustedes quieran, que algún día se darán cuenta de su error y de quiénes somos realmente.
No somos una minoría, no cuatro locos que pretenden cambiar el mundo repartiendo flores ni tiros, no. Somos la mayoría del pueblo, jóvenes, adultos, ancianos, que queremos un mundo mejor, luchar por aquello que consiguieron otros idealistas, tal vez aún más ambiciosos que nosotros, conseguir el clímax de la libertad para poder entender por fin su significado real, no aquel que nos imponen en las escuelas y que, realmente, nos priva de ella. Nos dan igual los discursos políticos, nos dan igual los buenos modos, la represión que pretendan hacer. Sí, nos asustamos, unos más que otros pero, ¿acaso el miedo no es sino un estímulo más? Sabemos sacarle provecho.
Señores ministros, gobernantes, empresarios, gordos, flacos, con traje y corbata. Asústense, tengan miedo, porque las personas acaban de despertar de ese largo sueño que se llama capitalismo con energía, con ilusión y sin nada que perder. Asústense al ver a niños de ocho años viendo V de Vendetta, avergüéncense al ver a un anciano de ochenta años gritando frente a su despacho porque no puede pagar su medicina y plantéese si usted quiere estar así mañana, al ver a una madre desesperada con un hijo con Síndrome de Down y sin subsidio ninguno y considérese responsable de esta situación. Y, sobre todo, sepan que el pueblo tiene el poder, el poder real, y que, poco a poco, gracias a ustedes, se va dando cuenta de ello. Nadie nos puede gobernar mejor que nosotros mismos. ¿A qué esperamos?
