Se apoderó de él mismo en toda su inocencia y su madurez fingida. Le sacudió el espinazo como un escalofrío, pero se creyó capaz. Así, corrió gritando al cielo que era dueño de sí mismo y saltó.
Estaba fuera de sí, ligero en el aire, siendo pájaro, gaviota quizás. De súbito, impactó en el agua y fue pez, hundiéndose poco a poco hasta que dejó de ver el sol y fue sólo agua.