A pesar de estar de Campo de Trabajo (campourso.blospot.com para los interesados), sigo escribiendo. Tengo diez minutitos antes de correr a ducharme, pero aquí os dejo un cuento escrito a la sombra del árbol de la piscina.
Cada domingo de verano él salía a pasear. Caminaba entre los desvencijados muros de la vieja ciudad de Venecia observando atentamente a todo aquel con que se encontraba. Saludaba cortésmente a los gatos callejeros, cedía el paso a los semáforos, espantaba a las nubes que osaban amenazar el soly daba las buenas tardes a los buzones de Correos.
En un momento de la ruta, cuando veía ya los árboles y las colinas, se sentaba en una roca a esperar el atardecer. Al llegar éste se descolgaba la mochila de la espalda, sacaba una bolsa de palomitas y contemplaba la película más bonita del mundo.