Rebeldía

sin mechero, ni cerillas, ni piedras,

que besa mi alma sosegada y tranquila

y la invita a descubrir mil mundos

que podrían ser éste. 

Que hace el amor con mi mente y la enamora, 

le pide a gritos salir de la cárcel donde la encerré al nacer

cuando ese pequeño mundo que era el mío

parecía rozar la perfección.

Pero los roces acaban haciendo daño;

el mundo se resquebrajó, 

con bubones negros, podredumbre viva, 

y decidió enseñar su verdad,

la que intentamos volver mentira. 

Es ella, la llama imposible, espontánea, meditada, 

valiente, cobarde, agazapada, exultante.

Perdedora.

Triunfante. 

Es ella, la que prende las farolas cuando el sol se pone, 

por la que se derraman ríos de tinta

y de sangre

y de gritos

que no se perderán en el eco de las azoteas vacías

porque siempre habrá quien tenga pájaros que escuchen.

Es ella, salió de su prisión. 

¡Abrid la puerta! 

Pide disculpas por el retraso. 

Le digo que aún no es demasiado tarde. 

Saludadla. 

Se llama Rebeldía.