html> Cuentos para elefantes. : Coleccionistas de sinsentidos

Coleccionistas de sinsentidos

Las  nubes huyen, pero yo me quedo, estoica. Abro los brazos de par en par, esperando recibir a una luna que no quiere salir, que remolonea y se estremece, cuando una voz me llama, a mis espaldas.
-Lo imposible es no cambiar el mundo.
Ahí está, otra vez. Lleva un sombrero azul oscuro que le cubre media cara, y la creciente oscuridad tan sólo me permite vislumbrar un pequeño trozo de sonrisa azul. Me acerco despacio, y alargo los brazos, con las palmas de las manos abiertas.
-¿Me das un trozo de tu sonrisa?-digo, nerviosa.
Él no se mueve, mientras yo me voy acercando. Pero sigo sin ver más allá del sombrero y la refulgente sonrisa. Todo es azul.
-¿Qué me ofreces a cambio?
Me pilla por sorpresa, y se da cuenta. Cierro los ojos muy fuerte, pensando. Cuando los vuelvo a abrir, un gran ojo azul oscuro me contempla, y yo miro, miro, no hago más que mirar, hipnotizada. Su iris comienza a girar, en torbellino, rápido, más rápido, más rápido. Se transforma.
Ya no hay iris, sólo hay mar, un mar revuelto que atormenta, una tormenta que revuelve las aguas turbias y afloran como lirios negros los cadáveres de cientos de marines que perecieron allí antes que yo, y abren sus bocas los tiburones y los calamares gigantes, y se pierden entre los remolinos de aguas negras los trozos de algún velero que un día fue de cáscara de nuez. Rayos, y truenos, ballenas, monstruos.  Y olas de cinco metros que intentan ahogarme.
Cierro los ojos.
-Te doy el sol. Tus nubes se dispersarán. - digo.
-Pero mi mar se secará.
-Entonces, te doy un trozo pequeño de sol.
-Vale.
-Mírame, muy fuerte.
Enmudece.
-¿Cómo se mira fuerte?
-Inténtalo. Concéntrate.
Me mira. Su iris vuelve a ser un iris azul oscuro casi negro, aunque aún rebotan pequeñas olas entre sus pestañas, repletas de conchas de mar.
Me mira, y siento su fuerza, como una tormenta. Me mira fuerte, tanto que duele, y noto mi iris revolucionándose, volteándose, gimiendo de dolor, y noto mis ojos transformándose despacio en sol, siendo luz, campos de trigo en una tarde de agosto andaluz, niños bajo un almendro bailando al compás del canto de la chicharra. Entonces, su tormenta se calma. Una pequeña esfera dorada luce en el cielo de sus ojos, y mis campos de trigo se oscurecen.
Cierra los ojos.
Cierro los ojos.
-Toma, un trato es un trato.- me dice, extendiéndome un trozo de su sonrisa. Su boca ahora es ciega.
-Gracias. -Abro mi cuaderno y la guardo entre dos páginas. Apunto: sonrisa 1587, 7 de febrero de 2016.-¿Quién eres?
-¿Quién eres tú?
-Si lo supiera, te lo diría.
-Lo mismo digo, tal vez no somos nadie.
-O quizás al revés.
Apunto: De: Nadie, En: Ningún Lugar
-Coleccionistas de sinsentidos, diría yo. En un mundo donde nada lo tiene.
-Entonces, coleccionistas de mundos.
-Qué oscuro. 
Saca su libreta, y guarda mi trozo de sol. Más de medio cuaderno emite tonos anaranajados.
-¿Qué les pasa a los soles que coleccionas?-pregunto.
-Se apagan.


Imagen: Flickr