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Buenas noticias: Despegamos

Pequeña información previa: 

Hay quienes hablan de estrategias para que a nosotros, humildes ciudadanos pero poderosos electores, se nos olvide pensar en lo importante. 
Quizá tengan razón, yo no lo sé. 
Por si acaso lo tuvieran, en estos tiempos de pactos IU-Podemos, refugiados, Brexit, guerras, TTIP, justicias, injusticias, corrupciones, y todo lo que se puedan imaginar, les traigo de vuelta a una realidad que parece que ya no está, pero que sigue estando.
Una realidad que ha sido el origen de todo lo que está pasando hoy en esta comunidad de pueblos que es España. Se nos pedía responder a la siguiente pregunta: ¿Hemos salido de la crisis? 
Al principio, parecía anacrónico a la actualidad política, algo de lo que ya no se hablaba, ni se podía, ni se debía. Pero, tal vez, ése es el juego. Hablar de realidades que existen, aunque los medios de la (des)información las callen. 
Y aquí va esta realidad, bajo mis prismáticos.




¿HEMOS SALIDO DE LA CRISIS?

Los primeros mediodías, la mesa estaba a rebosar, y en la televisión decían que no había crisis. Después, empezamos a comer un plato en vez de dos, y en todas las cadenas decían que estábamos sufriendo una pequeña recesión. Más tarde, la carne se transformó en lentejas y en la tele decían que no se recordaba nada igual desde la posguerra. Algo después, ya no hubo pan, y en la tele decían que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y que no-sé-qué político había robado no-sé-cuántos millones. Aún más tarde, las lentejas fueron sólo macarrones blancos, y en la tele decían que empezábamos a salir de la recesión y había muchos no-sé-qué políticos y no-sé-cuántos millones. Después, ya no había televisión, ni casa, y el supermercado se convirtió en un Banco de Alimentos. Decían que habíamos salido de la crisis.

 Esta no es mi historia; pero es una historia tan corriente y tan común que ya no tiene rostro, edad ni lugar de origen, que se ha extendido por toda la geografía española hasta volverse una historia anónima y anodina. Hasta que ya no nos sorprende, pero continúan repitiendo que hemos salido de la crisis, como si a fuerza de repetir se volviera cierto.

Hemos salido de la crisis.

La deuda se ha reducido en 66 mil millones de euros.

¡Hemos salido de la crisis!

El PIB ha aumentado en un 3,4%.

¡Hemos salido de la crisis!

Una de cada cinco personas se encuentra desempleada.

Hemos salido de la crisis.

1 600 000 personas fueron atendidas por los Bancos de Alimentos en 2015, un 3,4% de la población española.

Hemos salido de la crisis.

1040 millones de euros es el montante de dinero en juicio en los casos de corrupción destapados desde el inicio de 2016; equivale a construir más de 40 hospitales o más de 1000 colegios.

¿Hemos salido de la crisis?

La tasa de abandono escolar es del 23,5%, más del doble que la media de la Unión Europea.

 ¿Hemos salido de la crisis?

Hay un 5% menos de profesores en la enseñanza obligatoria, y las aulas tienen más de 35 alumnos.

¿Hemos salido de la crisis?

Entre abril y junio de 2015, 18.739 familias fueron desahuciadas de sus casas.

¡¿Hemos salido de la crisis?!

Tratar de impedirlo supone una multa de entre 601 y 30.000€ según la Ley de Seguridad Ciudadana.

¡¿Hemos salido de la crisis?!

Repetimos, repetimos, repetimos, pero no, no hemos salido de la crisis. Esta crisis no se mide en índices económicos sino en índices sociales. Es una crisis social, transversal, que hunde sus raíces en lo más profundo de la cultura social y política: el bipartidismo, la corrupción, la indecencia, la insolidaridad, el individualismo y la hipocresía. Es una crisis que le ha dado la vuelta a todo, ha demostrado que este sistema no funciona y ha traído de vuelta la pobreza más sutil, la que existe entre los muros de las casas, la que avergüenza, la que ata las manos pero no busca responsables. Es una crisis que parece perpetuarse cuando la lucha política sobrevive a la cultura de diálogo y pacto, cuando el poder sustituye a la búsqueda del bienestar común y un partido político imputado por corrupción se sigue erigiendo como partido más votado.

Pero también es una crisis que nos trae vientos favorables, que ha mostrado cómo la política influye en cada paso que damos, cómo todos somos responsables y cómo todos podemos exigir responsabilidades. Es una crisis que trae una revolución social, un cambio de valores, una caída que nos hace más fuertes, que nos puede enseñar con qué piedra no volver a tropezar. Es una crisis que acaba con el bipartidismo; la política vuelve a la polis, pero los ciudadanos ahora somos todos. Es una crisis que no pide, exige decencia  cuando planta cara a la corrupción porque, ahora sí, sabemos que con ese dinero robado se podrían construir 40 hospitales, 1000 colegios, 800 carreteras o 30 museos y que son imprescindibles; que crea solidaridad cuando en las plazas de los pueblos se defiende a titiriteros que tiritan entre las rejas frías de cualquier cuartelillo. Que nos hace menos individuos y más humanos cuando compartimos la calefacción con el vecino que ya no tiene para pagarla; y que nos enseña que el futuro siempre, siempre, está por venir.


No hemos salido de la crisis.

Pero caminamos.