html> Cuentos para elefantes. : "¡Yo me estaba lavando las ovejas!"

"¡Yo me estaba lavando las ovejas!"


¿Qué es eso?
Eh, eh, ojo cuidao.
¡¿Qué cojones es eso?!
¡¿Por qué parpadea, por qué es una masa verde informe de la que salen ovejas amarillas?!
¡¿Qué hacía eso en su cocina?!

Paco miró atrás. De pronto, toda su cocina estaba infectada de ovejas amarillas, y el aire se impregnaba de palabras espontáneas.

“… Gaaaanaremos…”

Todo aquello había ocurrido así, de repente, sin que se lo esperaba.
Yo me estaba lavando las orejas” diría posteriormente a la Policía, “y, de pronto, me di la vuelta, y vi un montón de ovejas”.
Se lo juro, señor poli, se lo juro”.
Pero todo ello lo haría el Paco del futuro. El Paco del presente se encontraba allí, en medio de su cocina, con el bastoncillo en una mano, el aceite desparramado por el suelo, sin saber qué hacer.

“…. Nueeeeestro imperio….”

Ninguna de las ovejas parecía notar su presencia. Simplemente, estaban allí, y hablaban, y corrían de un lado para otro, y roían el mantel de flores blancas que le había regalado su abuela. Cada dos minutos, una nueva oveja aparecía por la masa informe verde que levitaba donde debería estar su nevera, caía con un pequeño ruidito al suelo, se levantaba, y se unía a uno de los grupos.
Y Paco seguía allí, boquiabierto y quieto.
¿Estaba soñando?
Creía que no.

“… Uuuuy, me olvidé de apagar el pucheeeeeroo...”

De pronto, a Paco se le ocurrió la idea más brillante que se le podía haber ocurrido a nadie en aquella situación. Seguir haciendo lo que estaba haciendo. Pero haciendo otra cosa.
Lo pensó de nuevo, para intentar entenderlo.
Se debía quedar así de quieto, justo donde estaba Las ovejas parecían no advertir su presencia. Pero, en vez de dejar igual de quieto su cerebro, analizaría sus movimientos y sus palabras.
Era una idea absolutamente brillante.
La masa informe parecía una especie de portal interdimensional, como esos que salían en las películas. Pero, ¿cómo se había abierto?

“…. ¿Cuándo vieeeene el paaastoooor?...”

¡Paco, una pista interesante!

“… Nos estaba espeeeraaaando aquiiii….”

El pastor, según dedujo Paco, igual que hemos deducido los demás, debía ser el jefe, el coordinador de la misión, de quien podría obtener toda la información sobre qué estaba pasando y por qué estaba pasando eso en su cocina cuando se tenía que ir a trabajar.
Pero ninguna de las ovejas parecía el pastor. Todas eran exactamente iguales. Ovejas gordas, de abultada lana amarilla, y patas y cabeza verdes.
“….Bee….” baló una oveja
¡...nceremoooos…!” gritaron las demás, al unísono.

De pronto, lo que parecía ser el portal comenzó a parpadear una vez, y después otra, y otra, y otra, y otra, parpadeaba cada vez más rápido. Luz verde, nada, luz, nada, luz, nada. Y, de pronto. Ahí estaba de nuevo su nevera.

Se hizo un completo silencio. Paco miró en derredor suyo. Había ovejas en cada rincón de su pequeño piso: encima de las mesas, debajo, en las sillas, en los sofás, las estanterías, la ducha, el lavabo, la nevera, el fregadero. Sin embargo, éstas seguían sin verlo.

¡Compañeras!” comenzó a gritar una oveja, “¡¿Estamos todas?!”
Beeeee”, respondieron las demás, al unísono.
Hoy es un gran día, compañeras. Por fin estamos aquí. Hemos venido con un único propósito, camaradas. ¡¿Cuál es nuestro objetivo?!”
¡Veeeeeeeencer!” gritaron.
¡Eso es, compañeras! Estamos hartas de que se rían de nosotras, estamos hartas de balar, de que nos quiten nuestra lana en invierno, de que nos den hierba contaminada para comer, de que nos quieran sólo por nuestro cuerpo, de que a nadie le importe cómo nos sintamos, de que no nos dejen ni siquiera estudiar, ¿estamos hartas, compañeras?”
¡Sí!”
Y vamos a cambiar el sistema. Recuperaremos lo que un día fue nuestro: el Gobierno. Traeremos una verdadera democracia, donde cada una decidirá para qué usa su lana, ¿o no?”
¡Sí!”
Pero, para ello, tenemos que derrocar al pastor.”
¡Beeee...rrocaaaaar!¡Dee…rrocaaaar!”

El silencio se apoderó de nuevo de la sala.
Y, de pronto, una música comenzó a sonar, procedente del bolsillo de Paco.
Todas, absolutamente todas, sin faltar ni una de las ovejas, se giraron y miraron a Paco.
Miraron a Paco a cientos de ojos violentas y tristes, y taladraron sus pupilas grises.
Podían verlo.

¡El Pastor!” gritó una oveja.
Paco echó a correr.




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